El negocio de la banca tradicional surgió en la Baja Edad Media. Anteriormente no había surgido una banca como tal debido a varios motivos, aunque el obstáculo más difícil de superar era el número romano.

A primera vista no es evidente, pero incluso resolver una regla de tres se convierte en una operación muy complicada con el sistema de cálculo romano. Esto se debe a que el numero romano es todavía deudor de lo concreto. Así una vara representa el 1, dos varas representan el 2 y otras dos varas cruzadas representan el diez. La etimología también delata el origen primitivo de este sistema matemático. Cálculo en latín quiere decir piedra. Como cada cálculo representaba una oveja en las transacciones de ganado, el latín acuñó el verbo calcular con el significado de contar. Este es el motivo de que convivan los cálculos infinitesimales con los cálculos renales.

El número arábigo fue descubierto en la India en torno al siglo V. Su uso llegó a Europa siete siglos más tarde, tras haber recorrido una larga travesía que concluyó en la península ibérica. Como es sabido, en la península convivían personas de diferentes religiones durante la Edad Media. La convivencia entre judíos, cristianos y musulmanes hizo posible que desde Al-Ándalus se transmitiesen muchos conocimientos a la Europa cristiana. Entre otros, las obras del matemático persa del siglo IX Al-Juarismi. Su influencia fue tan grande que el castellano tiene una palabra derivada de su nombre para denominar el número arábigo. Esta palabra es “guarismo”. La sustitución de los números romanos por guarismos supuso una revolución de la matemática que dio pie a grandes avances en todos los campos científicos.

Uno de los principales avances que posibilitó la sustitución de los números romanos por guarismos fue el desarrollo de la banca. El negocio bancario requiere muchos cálculos. Estos son necesarios para el reparto de beneficios entre los socios, el establecimiento de intereses o el cálculo del riesgo de una operación. Es imposible llevar a cabo estas tareas cotidianamente usando números romanos, por lo que la banca surgió cuando los comerciantes aprendieron a utilizar guarismos para llevar sus negocios.

La banca medieval se basaba en el comercio. El banquero disponía de un bien que era el dinero. Un préstamo no es otra cosa que una venta de dinero que será pagada en el futuro. El precio de un préstamo es el interés que pagará el comprador del dinero. Aunque pueda resultar chocante, un préstamo es una compraventa como cualquier otra. Benjamin Franklin explicó en una frase la naturaleza del dinero como una mercancía: “Si quieres saber el valor del dinero, trata de conseguirlo prestado”. Además de lanzar una fina ironía contra las personas que se atribuyen los valores más espirituales, Franklin también quería decir que el precio del dinero es el interés que pedirá el banquero para conceder el préstamo. Así pues, conceder un préstamo es lo mismo que vender dinero y recibir un préstamo equivale a comprar dinero.

Del guarismo a la computadora

El negocio bancario tuvo una naturaleza comercial hasta que se produjo la revolución digital. Hasta entonces la banca se dedicaba principalmente a comprar y a vender dinero. Pero las computadoras transformaron el mundo financiero. El motivo de esta transformación es que el sector financiero ha conseguido abrir nuevas vías de negocio mediante el uso de algoritmos matemáticos. Su importancia es tan grande que gracias a ellos los creadores de estos algoritmos han logrado financiarizar muchos aspectos de las relaciones humanas.

La palabra algoritmo también se deriva del nombre del científico persa Al-Juarismi. Un algoritmo es una secuencia de instrucciones que permiten hallar la solución de un problema. Como estas instrucciones se pueden implantar por computadora, el desarrollo de la informática permitió la creación de algoritmos mucho más potentes.

Durante los años 80 Wall Street sustituyó a los contables y a los abogados por físicos y matemáticos. La tarea de estos ingenieros consistía en crear unos algoritmos que fuesen infalibles. Estos métodos son conocidos como análisis cuantitativos y a sus creadores se los conoce como quants en el argot financiero. Los análisis cuánticos tienen la tarea de cubrir los riesgos de las entidades financieras. Esta era una misión difícil de cumplir porque las entidades financieras buscan la obtención del mayor beneficio posible. Como parece lógico, ese afán conlleva frecuentemente asumir unos riesgos excesivos.

Muchos de estos ingenieros financieros recibieron enormes salarios. También alcanzaron un gran prestigio académico. Este fue el caso de Robert Merton y de Myron Scholes quienes fueron galardonados con el premio Nobel de Economía. Aprovecharon el prestigio ganado para crear el fondo de inversión LCTM en 1994. Durante sus primeros años de vida, el fondo generó unos beneficios increíbles. Pero en 1998 sus inversiones se fueron al garete y el fondo se tuvo que declarar en quiebra. Poco tiempo después se produciría el estallido de la burbuja de las empresas tecnológicas.

Sin embargo, el sector financiero, los académicos universitarios y las autoridades ignoraron el riesgo que había provocado el estallido de la burbuja porque el capitalismo estaba instalado en una euforia temeraria tras la caída del muro de Berlín. Además, había demasiados beneficios en juego. Así que todos los implicados decidieron en las prácticas financieras que habían provocado este primer aviso.

El riesgo llegó al punto de que las apuestas del sector financiero habrían provocado el colapso de la economía mundial en caso de no mediar la intervención pública en el año 2008. La crisis del año 2008 demostró que las fórmulas matemáticas creadas por los ingenieros financieros no eran infalibles. Todo lo contrario: se trataba de inversiones sustentadas en cálculos temerarios.